
Lo terrible de las inducciones es que a uno nunca le informan sobre lo caspa que es el portero de la biblioteca, de la cifra astronómica que le cobran por el certificado, de la poca disposición del jefe para otorgar vacaciones o del escándalo que se le arma cuando se den cuenta de que usted no está bajando música sino porno (a un amigo mío le castigaron la conexión a internet durante un mes).
Por otra parte, las inducciones –sobre todo las grupales- son campo fértil para las abominables dinámicas de integración, en las cuales -en el mejor de los casos- uno tiene que participar en una especie de carrera de observación interna para conocer algunos de los vericuetos físicos o institucionales del sitio. En el peor de los casos, lo ponen a uno a aprenderse el himno de la empresa (¿por qué una empresa debería tener himno ¡¿ah?!), a escribir por grupos un acróstico en un papelógrafo en el que cada letra represente una virtud o una aspiración, y otras vainas así.
Por culpa de una inducción –la de la universidad- viví uno de los episodios más risibles de mi vida, aunque para la pobre víctima fue extremadamente vergonzoso. Y dice:
Hasta que dijeron “Franklin Laureano Acuña Melo”. Una risa que los más discretos intentaron enmudecer con la mano llenó el auditorio. Lo peor fue que como el personaje no aparecía, volvieron a decir “Franklin Laureano Acuña Melo”. Un muchacho delgado y vestido de negro se levantó y caminó hacia donde estaba su grupo. Las risas volvieron a sonar, un poco más apagadas porque ahora el nombre tenía una cara y un cuerpo presente. Para eso sirven las inducciones.
Para eso, y para que le den a uno algunos consejos extremadamente útiles, como los de seguridad que da la ONU a sus funcionarios, independientemente de que ejerzan en una oficina en Bogotá o en el pueblo más minado de Colombia. Unas perlitas (100% verídicas):
- No intente imitar las técnicas de conducción que ha visto en las películas de James Bond.
- Nunca guarde como recuerdo partes de minas o de munición.
- Si tiene que hacer sus necesidades, hágalas en la carretera.
Finalistas: Inmolaciones, Idilios, Impresionismo
5 comentarios:
La inducción de mi universidad tuvo como culmen una charla sobre educación sexual en la que le enseñaban a uno a poner un condón.
Obviamente hubo muchas burlas en especial para las niñas.
Me caen gordas las inducciones porque los "inductores" siempre son tipos que quieren levantar primiparas LOS ODIO!!!
BESOS
Uy, te fue bien. En mi inducción universitaria me llevaron a un ex-alumno de antropología con botella de boxer en mano dando testimonio de los peligros implicados en la mezcla de libertades recientemente adquiridas por ser universitario y la disponibilidad de drogas en inmediaciones del campus. Cabe decir que el man se las picó de rehabilitado porque ahora sólo chupaba boxer en lugar de inyectarse heroina. Al día siguiente nos reunieron a todos los primíparos de humanas y nos pasaron durante hora y media filminas sobre enfermedades venéreas... francamente aterrador.
(aranta, ahora en wordpress)
Yo detesto profundamente las actividades grupales de las inducciones, especialmente si el que las hace tiene tonito de recreacionista.
Saludos.
¡¡¡¡"a un amigo mío"!!!! JAJAJAJAJAJA
¡¡¡Cómo no!!!
¡¡¡¡"a un amigo mío"!!!! JAJAJAJAJAJA
¡¡¡Cómo no!!!
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