30/08/2008

Mis problemas de la A a la Z. Problema G: Gimnasios

No faltará quien diga en esta ocasión que con qué autoridad moral voy a hablar yo de deporte y estado físico. Durante toda mi vida he huido del deporte y de las matemáticas tanto como me ha sido posible y, si bien no puedo negar su importancia, son dos cosas que no van mucho conmigo.

Un gimnasio es una de esas vainas que uno dice “¿pa qué?”. Normalmente, una rutina suele empezar con una media hora de ejercicio cardiovascular, que es un nombre atrapabobos para “correr” o "montar en bicicleta", actividades que uno puede realizar de manera gratuita en el parque más cercano a su residencia.

Algún avispado a medio camino entre antropólogo y experto en mercadeo dirá que al gimnasio en realidad no se va a correr (disculpen, a “hacer actividad cardiovascular), sino a exponerse y a hacer relaciones sociales. Hasta cierto punto, puede tener razón por una serie de motivos que –dado el carácter imbécil de este blog– no expondré, pero, de verdad, mi idea de relación social no pasa por la interacción con gente a medio vestir, sudando y jadeando. Bueno, lo de sudando y jadeando funciona divinamente para la interacción social cuando se carece de ropa, pero eso es otra historia, que será contada en otra ocasión).

Estoy seguro de que en las facultades de mercadeo deben tener montada alguna materia alrededor de los gimnasios y el agua embotellada, que son, ni más ni menos, los dos negocios que prueban de mejor manera cómo se puede crear una necesidad en donde tal necesidad ya estaba satisfecha. Y hay que ver la cantidad de agua embotellada que se consume en los gimnasios.

Me jode que en los gimasios pongan música. Normalmente, la gente que tiene para pagar un gimnasio tiene para pagarse un iPod o cualquier otro chéchere que tenga tropecientos gigabytes de capaciad, así que si uno quiere hacer cardiovascular al ritmo de Fruko y sus Tesos, Defecation o la más oscura suite para viola da gamba de Jean-Baptiste Lully, no tiene por qué mamarse a Proyecto Uno, DJ Tiësto o Naty Botero.

En fin, el día que vuelva a hacer ejercicio, saldré a uno de los bellos parques de mi barrio, trotaré con mi iPod, saludaré a los viejitos que salen a caminar en sudadera y bufanda, y quizá, en una de esas, me inviten a comer queso en el toldo de una de las esquinas. Eso es mejor que ver a unos tipos y a unas viejas que se juran divinos y que no invitan a ni mierda.

Finalistas: Ginebra (el trago, no la ciudad), Guaqueros, Garrapatas.