6/07/2009

Elogio de la lentitud

Cuando uno dice que tiene alguna obsesión freudiana o habla de la figura del padre, normalmente suele ser para hablar de algún trauma.



Este no es mi caso, al menos en lo que tiene que ver con un carro. Compré un Land Rover Series II, modelo 1964. Recuerdo que mi abuelito tenía un Serie III, modelo 1970 en el cual fuimos innumerables veces a pescar al río Magdalena o al río Coello. Llevábamos cosas a una finca de recreo semi inconclusa que la familia de mi mamá tenia en una vereda en las afueras de Girardot. En esa ciudad vivían mis abuelos después de que los médicos le dijeran a mi abuela que su corazón funcionaba mejor lejos de la altura bogotana.

Había entonces una casa en Girardot con abuelos, mis tías y un tío, entonces colegiales, y un Land Rover que nunca dejó botado a nadie. Ahora, movido por las bondades conscientes del carro y, quizá, por una infancia llena de bellas inconsciencias, tengo el mío y he disfrutado poniéndolo a punto.

Creo que Richard Hammond lo explicó mejor en Top Gear.



"No tiene aletas. No tiene spoilers. Nunca parece que fuera a ir rápido. No va rápido. No acaricia tu trasero con la piel de un raro animal… Sus rines no son de magnesio.
Pero no te pido que vayas a comprar uno, ni que pongas un afiche de él en la pared. Estamos hablando de
grandes carros, que no es lo mismo que carros deseables
Es completa y extremadamente carente de clase. No le dice nada al mundo sobre tu billetera, tus aspiraciones, tu éxito o tus habilidades en la alcoba"

Y el video sigue por 4 minutos y pico. Pero el Land Rover durará, al menos, otros 50 años.
Quizá para esa época ya no haya gasolina, y toque convertirlo a electricidad o a algo mejor que hayan descubierto. En el peor de los casos, los LR estarán en un museo, junto a los clásicos, mientras que los demás habrán sido derretidos como chatarra.